EL PROPÓSITO ÚLTIMO QUE TIENEN LAS COSAS

 

El otro día reflexionaba sobre el propósito último que tienen las cosas. Es decir, para qué hacemos las cosas. Normalmente nos preocupamos mucho en lo que hacemos y en cómo lo hacemos olvidando por completo el para qué.

 

Y creo que aquí esté el mayor error. No estoy diciendo que no sea importante el qué y el cómo. Lo que estoy diciendo es que sin el propósito, sin el para qué, se pierde el significado último de las cosas.

 

Para ilustrarlo retomaré una historia significativa que escribí en mi libro “Coaching Deportivo”, que habla de lo importante que es centrarse en la vida en estas tres áreas: lo que hacemos, cómo lo hacemos y sobre todo para qué lo hacemos:

 

Un día un sabio se paseaba por la ciudad deportiva de un famoso club deportivo. Desde las gradas oía a tres entrenadores dar sus consignas a los jóvenes deportistas, pero de una forma muy diferente.

Analizó la conducta del primer entrenador, el cual gritaba sin descanso, se quejaba constantemente de sus jugadores y les insultaba cada vez que hacía algo incorrecto. El segundo, utilizaba un cronómetro y un cuaderno donde anotaba todo lo que sucedía en el entrenamiento: tiempos, distancias recorridas, número de aciertos y errores. Se mostraba concentrado y no perdía detalle comprobando la calidad de su trabajo. El tercer entrenador, al igual que sus colegas dirigía a sus jugadores pero de una forma muy distinta. En su cara se veía una sonrisa constante, paraba los ejercicios e interrogaba con paciencia a sus jugadores para que descubrieran por sí mismos la forma de avanzar, tenía todo bajo control y se notaba que el entrenador se sentía realizado y amaba su trabajo.

El sabio, al ver que todos hacían lo mismo pero con una actitud muy distinta decidió bajar al campo de entrenamiento y preguntó a cada entrenador lo que estaban haciendo.

“¿Qué es lo que usted está haciendo?”, preguntó al primer entrenador. “Estoy entrenando a una panda de ineptos que no tienen ni idea de jugar a este deporte, y además, lo estoy haciendo por un mísero salario. Lo peor es que llevo así quince años y no creo que cambie mi suerte”, dijo el primer entrenador.

El segundo respondió a la pregunta explicando científicamente el método de entrenamiento que seguía, las cargas y los tiempos de entrenamiento. Le enseñó una infinidad de gráficas que mostraban la evolución del equipo.