Últimamente tengo estas palabras en mi mente: Conócete a ti mismo. Y te voy a contar desde cuándo me acompaña este pequeño “mantra”.
En el año 2003 tuve la fortuna de poder visitar Grecia con mis compañeros del I.N.E.F. de Madrid. Fuimos a un Congreso de Historia del Deporte y nos alojamos en la misma Olimpia, cuna de los Juegos Olímpicos. Pisar la pista de atletismo donde cientos de miles de personas vivían apasionadamente el deporte hace miles de años, conocer profundamente la historia antigua del deporte, imaginar lo que allí sucedió, fue algo maravilloso.
Pero sin duda la visita que me más me fascinó fue la que hicimos al Monte Parnaso, en Delfos, a visitar su Santuario que fue construido en la Antigua Grecia. Según cuenta la leyenda, allí el dios Apolo se apoderó de la sabiduría de la serpiente Pitón y guardó sus cenizas en un cofre que enterró bajo el Santuario.
Apolo mandó custodiar el templo y profetizó que “sería rico en tesoros y honrado por muchos hombres para conocer los pensamientos secretos de los dioses inmortales”. Las sacerdotisas del templo, llamadas “Pitonisas”, eran las encargadas de transmitir las respuestas del oráculo, aspirando los vapores que brotaban de las grietas de las rocas entrando en trance y llenándose de “aliento de Apolo”. Se sabe en la actualidad que dichos vapores provienen de dos fallas tectónicas que pasan curiosamente por debajo del Santuario y de la ciudad de Delfos.
Cuando Sócrates, gran sabio y filósofo de la Antigua Grecia, consultó el oráculo de Delfos buscando respuestas sobre el “conocimiento de la naturaleza” la respuesta fue la siguiente: “Si no hayas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera (…) En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros. ¡Oh Hombre! ¡Conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses!”.
Al narrarnos todo lo anterior en el propio Santuario de Delfos “se me pusieron los pelos de punta”. Sentí que eso era algo muy importante y transcendente para mi vida y me marcó a la hora de buscar respuestas y la felicidad en mi vida.
De hecho, esta historia habla de lo que ahora no paramos de escuchar o leer: la importancia que tiene el autoconocimiento. El “conócete a ti mismo” de Sócrates no es otra cosa que escucharse a uno mismo, el pararse a reflexionar quién soy, para qué estoy aquí, a dónde voy y cuál es mi propósito en la vida.
Únicamente respondiendo a estas preguntas encontrarás sentido a tu vida y la verdadera felicidad. Te animo a que pares y te preguntes si te conoces a ti mismo.
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