Creo que dos cosas fundamentales para la vida y el deporte es disfrutar y aprender. Cuando una persona o un deportista está disfrutando y aprendiendo con lo que hace, está creciendo y evolucionando.
Y un gran escenario para ensayar, probar, fracasar y triunfar es, en el día a día la práctica y en el deporte la competición. Me voy a centrar en esta última para exponer cómo se puede sacar partido de ella.
En muchas ocasiones se habla de que la competición es mala, que transfiere valores negativos, guerra o frustración. Pero todo depende de cómo se interprete dicha competición y lo que quieras transmitir con ella. Es evidente que la competición pude transmitir valores muy negativos como el egoísmo, la trampa o ganar a toda costa. Pero también se puede enseñar a los deportistas que la competición es trabajo en equipo, esfuerzo, generosidad y deportividad.
De la misma manera es muy importante cómo se afronta la competición. Desde la infancia los niños y niñas compiten los fines de semana. Hay jóvenes que sufren, lo pasan mal, no saben gestionar ni las emociones ni los resultados. Sin embargo, hay otros que disfrutan independientemente del resultado, lo pasan muy bien y afrontan la competición de manera positiva.
La clave está en que los primeros ven la competición como una amenaza donde van a ser juzgados y evaluados. Los segundos en cambio viven la competición como un reto, algo bonito que va a ponerles a prueba para seguir mejorando y creciendo.
Desde luego, hay niñas y niños que esto les “viene de serie” y que desde muy pequeños afrontan la competición con alegría, para disfrutar y aprender. Pero si no es así, se puede enseñar. Aquí, el papel de los entrenadores, de los padres y de los estamentos que organizan las competiciones tienen mucho que aportar.
No podemos esperar que los niños y niñas lo hagan “solos”. Los entrenadores, padres y organizaciones debemos tomar acción y colaborar en la formación integral de los jóvenes. Cada entrenamiento puede ser aprovechado para generar espacios de aprendizaje positivos para los jóvenes. Cada vuelta a casa después de un entrenamiento o competición puede aprovecharse por parte de los padres para dar un feedback positivo sobre los comportamientos o actitudes dentro y fuera del campo de las niñas y niños deportistas.
Está en nuestras manos el transmitir a los jóvenes deportistas que la competición es un lugar donde se crece, donde puedes equivocarte, donde puedes disfrutar y aprender.