Un equipo es una familia

 

El otro día hablaba en una charla que un equipo es una familia. O, mejor dicho, un equipo de alto rendimiento debería comportarse como una verdadera familia.

Hace unas semanas la selección española de baloncesto se proclamó campeona del mundo en China. Todos hablaban de como evolucionó el equipo a lo largo del torneo, que fue de menos a más, que el entrenador y su cuerpo técnico hicieron un grandísimo trabajo, que fueron un bloque sólido en los momentos más importantes…

Pero, si preguntas cuál fue la clave a los jugadores y a las personas que vivieron desde dentro el campeonato, señalan que fueron como una familia: todos se preocuparon de todos, cada uno ejerció su rol y fue importante para el equipo independientemente del protagonismo o de los minutos jugados, se sentían partícipes, se sentían orgullosos de pertenecer al equipo.

Y, si preguntas a los jugadores que ganaron el Mundial de 2006 en Japón, parece que les sucedió lo mismo. Todos y cada uno de los jugadores se mostraban orgullosos de pertenecer a esa generación de jugadores que ya en 1999 fueron campeones del mundo junior ganando a Estados Unidos en una final inolvidable. Comentan que cada verano estaban deseando juntarse para jugar con sus compañeros el europeo, mundial o los Juegos Olímpicos correspondientes.  Se lo pasaban bien, jugaban a lo que más les gustaba y, encima luego muchas veces ganaban. Se sentían muy agradecidos y afortunados de formar parte de ese equipo nacional y vivir como una familia.

Es decir, que su trabajo, el baloncesto, era como su segunda familia. Se sentían tan a gusto con sus compañeros que no lo veían como si estuviesen trabajando. Y eso al final lo que provocaba era un ambiente de felicidad, que, junto con su talento, les hacía rendir al máximo en los momentos clave de los campeonatos y conseguir resultados extraordinarios.

La felicidad de pertenecer a una familia hizo que estas dos generaciones, la que ganó el mundial en 2006 en Japón y la que ha ganado el 2019 el mundial en China, lograsen lo máximo: ser campeones del mundo. Pero más importante incluso que el resultado es la manera en cómo lo consiguieron. Cuando un equipo gana llama la atención. Pero cuando un equipo gana comportándose como una gran familia llama mucho más la atención.

Nuestra más sincera enhorabuena a la selección nacional de baloncesto por hacernos vibrar y emocionarnos con ellos, sintiéndonos parte de esa gran familia.