Cuando un deportista comete un error tras error, hay que indagar primero en lo que le pasa por la cabeza.
Tras muchos años de experiencia creo que ese error tras error siempre se le buscaba una explicación o un motivo técnico o de ejecución, pero también puede deberse a otros factores que podríamos denominar más “mentales”.
No vamos a centrarnos por tanto en los errores a causa de la ejecución y sí en los errores determinados por el factor mental-emocional.
Es evidente que cuando no se tiene una buena gestión emocional, si se comenten varios fallos, la confianza y la seguridad del deportista comienza a disminuir. Empieza a darle demasiada importancia a dicho error, deja de vivir el presente y se centra en el pasado recordando el fallo y esto le provoca mayor nerviosismo y una mala toma de decisiones.
En este estado emocional de nervios, tensión, preocupación, inseguridad y desconfianza es imposible que el deportista pueda rendir a un gran nivel. Es más, lo normal es que su rendimiento caiga empicado y empiece a tener muchos problemas que mantenidos en el tiempo le pueden provocar no salir de ese estado emocional.
En muchas ocasiones los técnicos y los deportistas piensan que cuanto más se preocupan o más importancia les dan a las cosas, mejores profesionales son y mayor será el rendimiento que puedan conseguir. Pero esta idea es equivocada. No estoy diciendo que te tenga que dar igual fallar, hacerlo bien o mal. Lo que quiero decirte es que un exceso de tensión y preocupación hará que tu rendimiento baje. Hay que buscar y encontrar el punto óptimo de activación, el punto óptimo de “tensión buena” que hará que el deportista esté alerta para actuar correctamente y tenerlo controlado emocionalmente.
Cuando un deportista afronta el error como una parte más del juego, sin que dicho error le paralice. Cuando un deportista es capaz de volver a intentarlo con confianza, determinación y seguridad a pesar de haber fallado. Cuando un deportista es capaz de centrarse en el presente y vivir cada acción sin recordar el error anterior y sin pensar en el futuro fallo. Cuando un deportista es capaz de estar tranquilo y sereno, incluso en los momentos más complicados o en las competiciones más importantes, el fallo no existirá ya que tendrá la cabeza despejada y su control emocional hará que en las siguientes acciones acierte en vez de fallar.
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