Me decía un exfutbolista profesional muy exitoso, que la gente únicamente se acuerda de ti cuando ganas. Pero creo que hay algo más. Esto que os cuento es una Historia de Oro olímpico.
Alberto Fernández Muñoz, tirador olímpico llegaba a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 + 1, como le gusta a él decir, con mucha ilusión, muchas ganas y una gran preparación técnica, física y mental. Tanto él como los que le conocíamos estábamos seguros de que esta iba a ser la primera cita olímpica donde tendría la recompensa del preciado metal. Daba igual el color: oro, plata o bronce. Cualquiera le valían.
Cuando en el concurso de individuales hizo la gran marca de 122 de 125 platos y quedó fuera de la final, la tristeza recorrió el cuerpo de todos. Desde los Juegos Olímpicos de Atlanta 96 no quedaba fuera de una final de tiro olímpico un tirador que hubiese conseguido esa marca. En la muerte súbita del tiro, en el séptimo, quedó fuera de la opción por las medallas.
Pero el deporte y la vida es así, es lo que hay. Y aquí es donde Alberto hizo lo que no suele hacer un deportista en esa situación. En vez de hundirse se sintió satisfecho del trabajo realizado y felicitó a sus adversarios en las redes sociales por la gran tirada. Evidentemente que estaba fastidiado, no es una máquina. Es una persona que llevaba trabajando muchos años en la élite y que siendo tres veces campeón del mundo no había tenido la fortuna de tocar metal.
Pero en la vida a veces los cuentos tienen un final feliz. Alberto, como dirían los “Hombres G”, se “levantó de la cama dando un salto mortal”, y se preparó para afrontar la competición de tiro olímpico en la modalidad de mixtos junto a Fátima Gálvez. Y allí surgió una Historia de Oro olímpico.
Alberto hizo una tirada inmaculada. 75 de 75 en la clasificación y 24 de 25 en la final para colgarse el oro tantas veces visualizado.
Lo grande de esta historia no es el propio oro. El propio Alberto en una entrevista para Televisión Española decía que él era feliz antes del oro y que ahora también lo era. Lo realmente significativo fue cómo lo consiguió.
Además de sobreponerse al palo de no conseguir entrar en la final individual, fue capaz de centrarse con calma en lo que le quedaba (competición por equipos mixto) y vivirla disfrutando del momento. En una entrevista a un medio deportivo comentaba que “se lo había pasado pipa tirando”. Alberto fue el único de todos los tiradores que consiguió algo tan difícil en el deporte profesional o en un gran evento como son unos Juego Olímpicos: disfrutar de la competición, vivir el momento presente, mantener la calma y la concentración de principio a fin y finalmente celebrarlo y alegrarse, sabiendo que él era e iba a ser feliz con o sin el preciado metal. Esto sí que es una Historia de Oro olímpico.