Siempre está la pregunta en el aire: ¿La competición es educativa?, ¿es bueno que en el deporte infantil haya competición?, ¿qué valores puede transmitir la competición a los niños, jóvenes y adultos?
En primer lugar, hay que aclarar algo que es importante: el deporte no es ni bueno ni malo por naturaleza. En función de cómo lo utilice y los valores que transmita, este pude ser un campo de cultivo de valores positivos como el respeto, el juego limpio el esfuerzo y el trabajo en equipo. O si se utiliza de forma negativa puede transmitir valores como el egoísmo, hacer trampa o buscar la victoria a toda costa.
Y aquí es donde radica la importancia que tiene la competición desde el punto de vista educativo. Si enseño o transmito que lo único importante es ganar, y que hay que hacerlo buscando la victoria a toda costa, sin importar cómo se haga (haciendo trampas, sin fair play, con egoísmo, …) evidentemente la competición no es sana, no es constructiva, ni es educativa.
Pero si somos capaces de fomentar un deporte donde se valore el esfuerzo por encima del resultado; donde el respeto al contrario, al compañero, al entrenador, al público y a los árbitros sea una constante; donde sea más importante crecer, aprender y divertirse que el propio resultado o ganar; donde la disciplina sea un hábito que se transfiera a la vida diaria; y donde la competición sea un entorno controlado para aprender a enfrentarse a situaciones de incertidumbre, difíciles y de riesgo, al igual que ocurre en el día a día, estaremos dando un carácter educativo a la competición.
Por tanto, al igual que ocurría con el deporte, la competición no es ni buena ni mala por naturaleza. Se puede utilizar para transmitir valores y aprendizajes positivos o por el contrario se puede convertir en una fuente de aprendizaje de valores negativos y nocivos para la sociedad.
Para ello, es fundamental que el reglamento del deporte en cuestión se adapte y fomente una competición sana (por ejemplo, en baloncesto infantil hay cuatro cuartos y los niños y niñas no pueden jugar más de 3 cuartos seguidos. Además, en este deporte no se puede presionar al equipo contrario en el campo rival y tienes que esperar para defender en tu propio campo). Asimismo, tanto los entrenadores, técnicos y familiares tienen que respetar los valores del juego limpio y no ser “más niños que sus niños”. Hay ocasiones en las que, si se grabase a los padres sus comportamientos en las gradas, tomarían consciencia de los comportamientos tan negativos que tienen y no volverían a hacerlo.
Ante la pregunta: ¿La competición es educativa?, mi respuesta es que depende de como se enfoque puede serlo o no.