Últimamente he hablado con muchas personas del mundo del deporte, mayoritariamente del mundo del fútbol. Lo que no se ve en el deporte, lo que hay detrás, es algo que tienes que ser consciente de que existe.
Es evidente que lo que sale en los medios de comunicación, lo que vende son las historias de éxito. Deportistas que van creciendo desde la base hasta llegar a ser importantes en clubes profesionales ganando títulos, dinero y prestigio.
Pero lo que no se ve también tiene que ver con chicos y chicas que prometían de jóvenes y una lesión, la mala gestión emocional del éxito o de la derrota, o malas decisiones en las carreras deportivas hacen que la historia cambie, quedándose muchos por el camino y otros emprendiendo un camino arduo hacia sus objetivos.
Hace poco salía una noticia donde una tenista profesional decía que: “A veces desearía no haber ganado el Open USA”. Lo decía porque después de haber conseguido la gloria deportiva, nunca más ha vuelto a encontrar ese nivel. El éxito le llegó muy joven y no lo supo gestionar. Se sentía presionada por tener que volver a demostrar y volver a ganar. Y lo que ocurrió fue que su rendimiento bajó y encima se empezó a lesionar frecuentemente.
Hace unos días tuve una sesión con una campeona del mundo. Acababa de serlo y estaba muy contenta. Pero noté que estaba algo tensa hasta que me dijo que ahora tenía que ganar siempre. Yo le contesté que eso no era cierto. Que ningún deportista que haya ganado algo importante, luego sigue ganando siempre y la derrota desaparece.
La clave está en ser consciente de que en una competición puedes ganar o perder, que las dos opciones son posibles y te tienes que preparar para ambas. Lo más importante es trabaja lo que no se ve. Trabajar la gestión mental y emocional del éxito y de la derrota.
Desde aquí mi más sincera enhorabuena a todos los deportistas que se esfuerzan, trabajan y dan su vida por su deporte y sus objetivos. No todos los viajes tienen que ser placenteros y seguros. Hay personas que se arriesgan y obtienen su recompensa. Conozco jugadores o entrenadores que lo tenían todo prácticamente perdido y les llegó una oportunidad que les cambió la vida. La clave fue que no bajaron los brazos y que ese camino duro les hizo más fuertes para poder afrontar estos retos mayores.
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