Los peligros del deportista

 

Cuando un deportista tiene una valoración excesiva de uno mismo o dicha valoración es distorsionada se suele meter en grandes problemas.  Y esto ocurre cuando el deportista se identifica con los resultados o ganar, cuando necesita sobresalir por encima de todos, cuando depende de su buena imagen o cuando le falta humildad (y le sobra soberbia).

 

Cuando un deportista se identifica demasiado con los resultados o con ganar tiene un problema. Si gana, en principio no pasa nada, parece que todo va bien. Pero el problema llega cuando pierde. Cuando un deportista que se identifica o cree que él es “sus resultados” siente que no vale nada, se deprime y el mundo y su vida no tienen sentido. Sé de lo que hablo. El deportista tiene que entender que ganar y perder forma parte del juego y de la vida. Y que incluso los mejores pierden. Yo siempre digo a los niños y niñas que Michael Jordan fue el mejor jugador de la historia del baloncesto y en quince años “únicamente” ganó seis anillos de la NBA. Es decir, que el mejor de todos los tiempos perdió nueve campeonatos y ganó seis, perdió más que ganó.

 

Otro problema de nuestro ego es la necesidad de compararme con los demás, ya sean adversarios o los propios compañeros. Es una verdadera pérdida de tiempo. John Wooden, entrenador exitoso de la Universidad de UCLA decía que para obtener éxito había que hacer dos cosas: “Nunca te compares con los demás y siempre compárate contigo mismo”. Tú tienes que ser mejor que tú mismo. Si cada día mejoras, llegarás. Si te comparas con los demás el resentimiento, la decepción y la irritabilidad aparecerán y harán que te desequilibres mentalmente.

 

La fama o la popularidad es también otro enemigo de la mente de los deportistas. Realmente es algo neutro, el problema es que no se gestiona bien y el deportista o se cree lo que los demás le dicen o le afecta demasiado la opinión de los demás. Pero la fama no es más que la opinión de otras personas. Si quieres caminar ligero, no hagas demasiado caso ni las críticas, ni los halagos.

 

El último enemigo del ego de un deportista es la necesidad de tener la razón y discutir. Cuando a alguien le falta humildad, cree que lo sabe todo y que él tiene la verdad absoluta. Yo he sido así durante mucho tiempo. Discutía y quería tener la razón con todas las personas. Era algo agotador. Un día en un libro leí: “¿Qué prefieres ser feliz o tener la razón?”. Yo respondí para mis adentros: “Pues está claro, tener la razón”. Pero poco a poco esta pregunta me fue dando luz y descubrí que a lo mejor si elegía ser feliz me podía ir mejor… Ahora tengo claro lo que elegiría: ser feliz. Procuro discutir poco o nada de fútbol, de política o de cualquier tema que no tenga ninguna importancia o trascendencia en mi vida.

 

Cuando un deportista de élite es capaz de identificar los peligros del deportista y los sabe gestionar correctamente, lo que hace es crecer y mejorar. Stephen Curry, jugador de la NBA dice que: “Nunca he temido a los momentos clave, siento mariposas, siento nervios y ansiedad, Pero creo que todo eso son buenos signos de que estoy preparado para ese momento”.