Cuando se celebran unos Juegos Olímpicos, siempre hay momentos donde se reflejan los valores olímpicos que el querido Pierre Fredy, barón de Coubertin quiso transmitir al fundar los Juegos Olímpicos modernos.
Coubertin fue un avanzado de su época y le interesó el estudio de la educación, concretamente la importancia de la educación física y del deporte en la educación. Por ello viajó a Inglaterra para visitar a Thomas Arnold y exportar la inclusión de la educación física en los planes de estudio de las escuelas francesas.
Esta influencia inglesa donde el deporte organizado podía crear valores y fuerza social, unido a la visión idealizada de cómo en la antigua Grecia los atenienses iban al “gymnasium” y cultivaban el cuerpo y la mente, lo físico y lo intelectual hizo que se planteara revivir los antiguos Juegos Olímpicos griegos, creando un festival de atletismo internacional. Más tarde en un Congreso Internacional de Educación Física que se celebró en la Sorbona de París el 26 de junio de 1894, se decidió instituir los Juegos Olímpicos modernos. En abril de 1896 se celebraron en Atenas los primeros Juegos Olímpicos modernos.
Después de esta aproximación histórica a los Juegos Olímpicos querría reseñar que ni el deporte ni los Juegos transmiten valores olímpicos positivos “per se”. Depende en gran medida de cómo se utilice el deporte. Si fomento el esfuerzo, el trabajo, la cooperación, el juego limpio se transmitirán valores positivos. Sin embargo, si fomento la trampa, la victoria a toda costa, el juego sucio, estaré transmitiendo valores negativos a través del deporte.
Por tanto, la importancia radica en cómo utilizamos el deporte y qué valores olímpicos transmitimos. En estos Juegos de París 2024, hemos visto como deportistas olímpicos tenían comportamientos negativos en donde se encaraban con el público o con un rival. Y también hemos visto como la todopoderosa Simon Biles se ponía de rodillas en la entrega de la medalla de oro ante la brasileña Rebeca Andrade, reconociendo que había sido la mejor y como gesto de respeto y humildad para inspirar a los jóvenes (y los menos jóvenes). O a nuestro campeón Carlos Alcaraz cuando no pudo evitar que el serbio Novak Djokovic le ganase en la final de tenis y Carlos le agradeciera y le reconociese el trabajo que había realizado.
Sin duda los valores olímpicos están ahí, pero es importante que cada uno haga una elección consciente de lo que quiere vivir y transmitir a los demás.